Diversas organizaciones y
entidades costarricenses han señalado en los últimos años, las
vulnerabilidades, amenazas y desafíos de la pequeña producción agrícola y de la
seguridad alimentaria del país.
Estas organizaciones y
entidades han coincidido en que el país disminuyó su capacidad de
autoabastecimiento de productos básicos para la alimentación por las
condiciones climáticas, la disponibilidad de tierras y la apuesta nacional por
la protección del medio ambiente, siendo el principal factor la falta de políticas
públicas que apoyen a los sectores productivos.
La Defensoría de los Habitantes por ejemplo, concluye que si
bien es posible identificar instrumentos de política pública sobre el tema,
prevalece la desarticulación, los bajos niveles de coordinación y colaboración
entre las instituciones responsables de su diseño y ejecución, siendo necesario
la aplicación de un enfoque integrado de Gobierno que coadyuve con soluciones
oportunas, eficientes y eficaces en esa materia.
Entre los retos que persisten, indica que es necesario instaurar
un sistema de alertas tempranas para mitigar o atender eventuales emergencias
climatológicas, plagas y enfermedades, así como situaciones de restricción en
el comercio internacional, esencial para reducir la vulnerabilidad a las crisis
alimentarias en el comercio internacional.
Además apunta, que se requiere contar con un adecuado proceso de
registro de agroquímicos, generar nuevas vías de registro para insumos
alternativos y moléculas, así como el servicio de certificación y utilización
de semillas; habilitar los servicios de laboratorio que, además, revise la
efectividad de éstos en el mercado; así como la generación de nuevas vías de
registro para insumos alternativos no contaminantes.
En materia de cambio climático, establece que urge contar con
servicios de información climatológica y de siembra accesibles, que le permita
al productor consultar en qué fechas se puede sembrar y así tomar decisiones de
producción más certeras.
La Defensoría de los
Habitantes, además le solicitó al Ministerio de Agricultura y Ganadería,
reactivar el Sistema Nacional de Información en Seguridad Alimentaria y
Nutricional (SINSAN) para disponer de informes de alerta para la atención
oportuna de situaciones eventuales que puedan constituir una amenaza a la
seguridad alimentaria y nutricional de la población del país y adoptar
mecanismos de diálogo y participación con representantes de los productores,
así como contar con la asesoría de la FAO, con el fin de que analicen los
riesgos de una alta dependencia de las importaciones de algunos alimentos
básicos en la dieta nacional, ante los escenarios de crisis climáticas o
geopolíticas, que podrían dificultar, no sólo su disponibilidad, sino también
el acceso ante la alta volatilidad por los cambios en los precios.(Defensoría
de los Habitantes,Comunicado,febrero 2024)
En concordancia con el
análisis de la Defensoría, los representantes de la Cámara Nacional de Agricultura
y Agroindustria, demandaron al Gobierno una política clara que mejore la
productividad y la competitividad del sector.
El presidente de la Cámara, mencionó que preocupa el
incremento de una canasta básica importada que no se traduce en mejores precios
y que desplaza a los productores y a los miles de empleos que generan.
Señala que muchas veces se trata de productos que
compiten desigualmente contra los nuestros, sea por prácticas desleales o bien
porque sus productores reciben apoyos, soportes y ayudas internas inexistentes
aquí.
Para la CNAA, la preservación de las actividades agrícolas
es del más evidente interés público, por el desarrollo, los empleos y los
encadenamientos, sobre todo en zonas rurales y costeras.
También expresaron la preocupación por las intenciones
del Gobierno de que Costa Rica se adhiera a la Alianza del Pacífico y por la
caída del tipo de cambio del dólar con respecto al colón que provoca la pérdida
de competitividad en el mercado local y en el de exportación.
(CRHoy.com,27-1-2024)
Como si esos señalamientos no fueran suficientes, en el
mes de febrero, se dio a conocer la información con base en datos de la
encuesta de microempresas elaborada por el INEC, de que 74.787 agricultores
fueron expulsados de su actividad económica en los últimos dos años, siendo el
agro el que más perdió microempresarios, cuya actividad es más pequeña,
siembran en sus propios terrenos y las producciones son bajas, es decir se
trata de agricultores de escasos recursos que deben abandonar su actividad y
que son parte de los pobres rurales de las regiones periféricas del país.(ElObservador.com,26-2-2024)
La mayoría de estas preocupaciones sobre el deterioro de
las condiciones de producción de micro y pequeños productores, habían sido
manifestadas el año anterior por las organizaciones agrícolas, Upanacional, UPIAV,
UNAG y la Corporación Hortícola, durante la Marcha nacional en apoyo al Sector
agropecuario del 29 de marzo en la que reclamaban una política de apoyo al
sector agropecuario que asegure el desarrollo social y la soberanía
alimentaria.
Igualmente fueron planteadas en la marcha del Sector
agropecuario por la defensa de la soberanía alimentaria y la institucionalidad
del sector, efectuada el 25 de octubre, en la que se demandó: No al bloque
Alianza del Pacífico, Sí a la Comisión mixta en la Asamblea legislativa, Sí a
la defensa de la institucionalidad del sector, Sí a la Soberanía alimentaria.
No obstante, los movimientos y demandas de las
organizaciones, no han logrado detener las políticas que debilitan al sector y
afectan a los productores nacionales en actividades específicas, como el caso de
la política de la Ruta del Arroz, impulsada en julio del 2022 por el Gobierno actual
mediante dos decretos que reducía considerablemente los impuestos a la
importación y estimulaba la importación de arroz, con los consiguientes efectos
sobre los productores locales y las áreas de producción de ese cultivo.
Así mismo, el Gobierno propuso a mediados del año
anterior, un proyecto de ley para reformar la Ley orgánica del Ministerio de
Agricultura, dirigido a concentrar las decisiones en el Ministro de la cartera
y eliminar potestades a las entidades especializadas, como el Servicio Nacional
de Aguas, Riego y Avenamiento(Senara) y Servicio Fitosanitario del Estado, en
una intencionalidad de imponer un modelo centralista y piramidal y convertirlas
en meras entidades técnicas.
A finales del año anterior, también se propuso un
proyecto de ley de reforma a la ley de Ferias del Agricultor, que pretende
eliminar la Junta Nacional de Ferias y trasladar la coordinación de las ferias
al Programa de Mercadeo Agropecuario(PIMA), que pretende institucionalizar el
manejo de las ferias y atentar contra el manejo autónomo de las mismas por
parte de los productores.
Estos proyectos particulares, podrían continuar deteriorando
la institucionalidad del sector agropecuario y las condiciones de producción y
comercialización en que se encuentran los pequeños y medianos productores sobre
todo vinculados al mercado interno.
Esta problemática ya había sido analizada en una
propuesta de política agroalimentaria alternativa elaborada hace una década. En
ella se señalaba que la difícil situación de la producción agroalimentaria para
el mercado interno, en la que la mayoría de los agricultores que producen para
el consumo interno tienen escasa rentabilidad, provocada por bajos rendimientos
y problemas de precios y de mercados.
Además, esa agricultura se veía amenazada por:
-las importaciones de alimentos básicos con precios
subsidiados
-la inestabilidad de las cosechas por cambios climáticos
-el descenso en las áreas dedicadas a la producción por
altos costos de producción.
Debido a que la situación actual de la
producción agroalimentaria es similar a la de hace una década y podría tender a
agudizarse, es necesario un nuevo esfuerzo conjunto de todos los sectores hacia
la formulación de una política agroalimentaria sostenible, incluyente y
soberana.
Es imperativo cambiar la dinámica
agroproductiva de los últimos 40 años que hizo del país uno de los más
dependientes de la producción externa y uno de los más desiguales, con una
pobreza rural creciente.
El país y sus regiones, eran soberanos y
autosuficientes en muchos productos que ahora importamos y lo más grave, es que
se trata de los alimentos básicos de la población, el arroz, los frijoles, el
maíz, las hortalizas y hasta los huevos, el azúcar y el café.
No podemos seguir produciendo
de la misma manera, utilizando una alta cantidad de insumos químicos externos,
que provoca altos costos, pérdida de suelos, contaminación, sequía, mayor
concentración de CO2 y menor soberanía alimentaria, se requiere una transición agroecológica de la actividad agrícola.
Una transición agroecológica que haga más
sostenible ambientalmente la producción agroalimentaria, más justa y equitativa
la participación de los productores y tener mayor soberanía alimentaria en los
productos alimenticios básicos.
La propuesta debe incluir un programa de
precios de garantía y de acceso a mercados, un nuevo modelo de financiamiento
justo y accesible a los pequeños y medianos productores(fondo agrícola de banca
para el Desarrollo) y un sistema de extensión e innovación tecnológica ligado a
los condiciones de la pequeña y mediana producción y a opciones de tecnologías
apropiadas para el mejoramiento de la productividad y la conservación de la
biodiversidad.
Un componente adicional, es el impulso de
un programa de manejo postcosecha y agregación de valor, para el desarrollo de
agroindustrias rurales de productos con identidad territorial y sellos de
origen, junto a la creación de cadenas cortas de comercio y mercados locales y
regionales alternativos y justos.
Debe considerar también, programas para que
las mujeres y los jóvenes rurales sean titulares de derechos y concesiones de
tierra y reciban capacitación para integrarse a la producción agrícola.
Es necesario también perfeccionar los
mecanismos de transferencias de apoyos sociales, para que éstos vayan dirigidos
a las familias rurales de escasos recursos, como un bono rural que les permitan
mantenerse en la producción agroalimentaria y contribuir a reducir la pobreza
rural.
Todo ese esfuerzo propositivo, debe
coronarse con la formulación y puesta en ejecución de una ley nacional de
seguridad y soberanía alimentaria y nutricional, que proteja la producción
agroalimentaria de los cambios en las condiciones externas de precios y
mercados y de los cambios en las políticas internas de desestímulo e
importación y de los riesgos y vulnerabilidades generados por fenómenos
climáticos.
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