miércoles, 22 de julio de 2020

El Futuro de los Sistemas Agroalimentarios en América Latina


El Banco Interamericano de Desarrollo y su División de Medio Ambiente y Desarrollo Rural organizó el 15 de este mes, el webinar: “El Futuro de los Sistemas Agroalimentarios y la Transformación del Sector Rural”, con la participación de Carolina Trivelli del Instituto de Estudios Peruanos, de Juan Lucas Restrepo de la Alianza de Biodiversidad internacional y el CIAT y Julio Berdegué, Representante de la FAO para América Latina.

La especialista Trivelli expuso sobre la transformación rural en América Latina y el Caribe, señalando el espacio y el rol de la agricultura, la alimentación y lo rural en el futuro de la región.

En esa dirección afirmó que la agricultura, los sistemas alimentarios y el mundo rural enriquecen a nuestra región en muchas dimensiones y que tienen funciones centrales e insustituibles en la construcción del desarrollo sostenible.

También dijo que el reposicionamiento cultural, social y político de lo rural en el desarrollo y el futuro latinoamericano, es condición necesaria para que existan estrategias de transformación rural, además de que la agricultura, los sistemas alimentarios y el mundo rural tienen que ser más resilientes y ambientalmente sostenibles.

Mencionó que hay una crisis innegable de malnutrición en el planeta y que América Latina y el Caribe tiene condiciones extraordinarias para ser un actor central de la solución de esta crisis alimentaria y que la región con su enorme diversidad agroecológica puede ser un proveedor privilegiado de alimentos saludables para el mundo, provenientes de nuestra agricultura, ganadería y pesca, y de nuestros procesadores de alimentos.

Asímismo estableció, que desde hace décadas la región viene diversificando sus economías rurales, sin embargo, las políticas públicas siguen casi exclusivamente orientadas a la producción silvoagropecuaria, pesquera y minera, por lo que debemos pensar  en desarrollar nuevos motores de desarrollo basados en el mundo rural: como el turismo, las energías renovables, los servicios ambientales y ramas de la bioeconomía que requieren más innovación y valor agregado.

Trivelli apuntó que la transformación rural en la dirección del desarrollo sostenible, simple y sencillamente no es posible en ausencia de un formidable esfuerzo de innovación y esta no es posible sin un aumento en la inversión pública en ciencia y tecnología.

Así mismo, cuestionó en relación a la transformación rural, si continuamos en una senda que se basa principalmente en la asistencia social o si se llega a un acuerdo de inclusión social para dar una real oportunidad a esos sectores sociales de la agricultura familiar y el medio rural de construir medios de vida que les permitan crear o acceder a empleos que generen un incremento en sus ingresos y ampliar sus oportunidades de desarrollo.

Además, recordó que el mundo rural carga con desigualdades estructurales profundamente enraizadas en nuestra historia: la  concentración de la tierra y las desigualdades étnica, de género, y territorial, son innegables y condicionan el acceso a todo tipo de activos, bienes y servicios públicos, adicionalmente a los efectos de la pobreza, por lo que es fundamental establecer qué lugar tiene en la estrategia de transformación rural, la superación de las desigualdades estructurales.

El Especialista Restrepo desarrolló el tema El Rol de la Tecnología en el futuro de los Sistemas agroalimentarios y definió  como aspectos centrales, que es necesario transformar y rebalancear los sistemas agroalimentarios.

Afirmó que hay en todos los países, una acción frente al clima que determina las tecnologías y prácticas agrícolas sostenibles y que el esfuerzo hacia el mejoramiento de los sistemas agroalimentarios debe tener un enfoque territorial y hacia cadenas de valor específicas.

También dijo que es necesario entender el entorno alimentario en los países, así como la participación y las necesidades del consumidor para obtener una alimentación sana.
Además indicó que con el desarrollo de las nuevas tecnologías, la inclusión digital es fundamental, dirigida a validar y ajustar las opciones tecnológicas con los agricultores y que es necesario valorar los paisajes multifuncionales y recomponer aquellos los paisajes agrícolas que han sido intervenidos y modificados.

Finalmente señaló que es clave apoyar a los tomadores de decisiones con información sobre la biodiversidad de los sistemas y la posibilidad de disponer de un índice de agrodiversidad.

El Especialista Berdegué, expuso sobre una Institucionalidad para la Transformación rural, donde mencionó que con frecuencia observamos fallas y carencias de las políticas agrícolas en los países y nos preguntamos porqué se mantienen esas políticas y concluimos que es por una cierta aceptación de la institucionalidad y de los mismos actores, a la vez que cuestionó que ningún sector en ningún país de la región, puede reconocer  que la institucionalidad que tenemos, es la que necesitamos hoy, y, menos aún, mañana.

Argumentó que la institucionalidad pública en la agricultura, los sistemas alimentarios y el mundo rurales emergió en las décadas anteriores y es un entramado institucional muy incompleto, ineficiente y crecientemente incompetente para conducir las decisiones públicas, privadas y sociales requeridas para la transformación rural.

Berdegué estableció que la disyuntiva de construir nuevos arreglos institucionales para la transformación rural, o de seguir parchando lo que tenemos como básicamente hacemos ahora, se expresa en muchas y muy diversas preguntas sobre el desarrollo agrícola y rural para las que no tenemos respuestas y que las decisiones que se tomen sobre las reformas institucionales, determinarán en buena medida la posibilidad, el sentido y los resultados de la transformación rural.

Por su parte, esbozó que el cambio institucional está expresado en varias dimensiones: en la revaloración de lo social y de lo rural, en la reforma de los Ministerios que dirigen el sector agropecuario y rural, en la existencia de estrategias y políticas territoriales efectivas y en promover la gobernanza y gobernabilidad de las instituciones.

Finalmente, confirmó que es en la situación actual frente al Covid y los problemas sanitarios, de desempleo, pobreza y búsqueda de soluciones para la reactivación productiva y económica de las áreas rurales, donde es más necesario el cambio institucional.

martes, 7 de julio de 2020

Los Megaproyectos Regionales de Comercio y Agroindustria, grandes inversiones poco vinculadas a las necesidades de los agricultores.


La semana anterior tuvimos conocimiento de la firma del contrato de construcción de una nueva planta de procesamiento agroindustrial en la zona sur la cual promoverá el valor agregado de los productos de la región Brunca.

La Planta de Tecnologías de Valor Agregado Agropecuario de esta región se desarrollará con el apoyo del Instituto de Desarrollo Rural (Inder), que comprará la maquinaria; del Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC) y de la Municipalidad de Coto Brus y será administrada por el Consejo Nacional de Producción (CNP).

El proyecto, cuya inversión total es de ¢2.600 millones, estará ubicada en la localidad de Agua Buena, en Coto Brus contará con líneas de procesamiento para productos como hortalizas, frutas, granos, lácteos, raíces y tubérculos.y con bodegas, oficinas administrativas, áreas de recibo de materia prima y despacho de producto terminado, mantenimiento, laboratorios de control de calidad y de investigación y desarrollo.

Además, desde allí se brindarán servicios de desarrollo de prototipos, optimización de procesos, maquila, alquiler de equipo e instalaciones, y consulta técnica a productores de la zona.

Rogis Bermúdez, presidente del CNP, explicó que el objetivo del proyecto es incentivar la producción agroindustrial y que las asociaciones de productores puedan colocar sus bienes con un valor agregado en el país y según el Ministro de Agricultura y Ganadería (MAG), la iniciativa tiene el objetivo de atender a los pequeños y medianos productores agropecuarios de la región Brunca, zona en la que hay 15.651 agricultores.

“La idea es no solo que se entregue el producto, sino transformarlo. Por ejemplo, piña que no se compra en supermercados hacerla deshidratada, empaquetarla al vacío y venderla, o hacer pulpa para jugos”, destacó Bermúdez.  

En tanto el presidente Alvarado afirmó que. “El propósito de construir esta moderna infraestructura es poder reactivar la economía de la región a partir de la innovación y aplicación de la tecnología en la agricultura”.(CNP,Comunicados,30-6-2020)

El jerarca del CNP comentó que la idea es replicar un proceso de desarrollo de valor agregado hecho en la zona norte, en donde hay 12 asociaciones que ya venden sus productos en el mercado. Esta iniciativa está ubicada en la región Huetar Norte y tendría un costo de 3.000 millones de colones.  

Los Centros regionales de Valor agregado son mega proyectos para el procesamiento agroindustrial administrados por el CNP, que al igual que los mercados regionales para el comercio regional de productos agrícolas impulsados por el PIMA(ya se encuentra funcionando el primero en la región Chorotega con un costo cercano a los 28 mil millones de colones) son grandes inversiones estatales financiadas con recursos externos que pretenden integrar a los productores locales para ampliar la oferta de productos o realizar su procesamiento a gran escala, con el equipo y las condiciones tecnológicas más modernas.

El surgimiento de estos megaproyectos de comercialización o manejo poscosecha regional no son nuevos, tienen sus antecedentes en las plantas de procesamiento de hortalizas y tubérculos de Llano verde en la Fortuna de San Carlos, en la planta de acopio y manejo poscosecha de hortalizas en la Chinchilla en Oreamuno de Cartago y en la planta de acopio y comercialización de granos básicos en Cariari de Pococí, impulsadas por el CNP en la década de los años 80.

Estas plantas de acopio y de procesamiento de productos, con una fuerte inversión estatal y que pretendían involucrar a los agricultores de las regiones, funcionaron un período relativamente corto, fueron subtilizadas buena parte del mismo y terminaron abandonadas o trasladadas a alguna organización local.

Desde décadas anteriores, se ha debatido sobre la pertinencia y efectividad de la promoción y establecimiento de estas megaplantas en las regiones en manos de las instituciones, frente a la posibilidad de impulsar y apoyar pequeñas unidades de procesamiento agroindustrial en las comunidades rurales en manos de los productores y sus organizaciones con el apoyo de los centros de investigación y transferencia de tecnología de las Universidades públicas.

La agroindustria rural concebida como una opción de procesamiento de los productos agropecuarios en una escala pequeña, que favorece la reducción de las pérdidas poscosecha y la diversificación de los productos agroindustriales, generó en las décadas de los 80 y 90 una serie de experiencias asociativas y cooperativas ligadas a la agroindustrialización de hortalizas, frutas, tubérculos, especies y lácteos.

La agroindustria rural resultó ser una alternativa de generación de ingresos, empleo y capacidades en las propias comunidades, que permite generar y retener valor agregado en la producción agrícola, fortalecer los sistemas agroalimentarios locales y convertirse en un elemento dinamizador del desarrollo rural(Masís,G.,2019)

En momentos de limitaciones en las finanzas gubernamentales, es importante sopesar la validez del modelo de los megaproyectos, que requiere una inversión millonaria, crea una infraestructura difícil de utilizar, incorporan a una reducida cantidad de agricultores y productos y son manejados por las mismas instituciones, frente al impulso de unidades agroindustriales y de comercio en pequeña escala, de bajo costo, para el procesamiento de productos con identidad territorial y con la participación directa de los agricultores en su gestión.

El propio Ministro de Agricultura había manifestado en una reunión previa a asumir el cargo, con respecto a los grandes proyectos como los Mercados regionales, que éstos proyectos estaban poco ligados a las necesidades de los agricultores y que había que promover pequeños proyectos de mayor impacto en las comunidades y regiones.