El día de ayer en la columna de Opinión del periódico digital CR Hoy se publica un artículo titulado Los Agricultores del siglo XXI del académico Roberto Artavia, que es necesario comentar y aportar otros argumentos que expliquen adecuadamente la problemática en que se encuentran inmersos los agricultores pequeños y medianos desde hace varias décadas y el abandono de las políticas hacia este sector.
En
su argumentación, el artículo aborda varios aspectos para explicar el tránsito
hacia el Agricultor del siglo XXI, entre ellos la productividad, el papel de la
inversión, la tecnología y el capital humano, la importancia que tienen las
políticas, como algunas impulsadas en el pasado, el fortalecimiento de las
instituciones y el advenimiento de la gran modernización tecnológica.
El
artículo inicia haciendo mención a la baja productividad del sector,
atribuyéndola primero a la baja productividad del trabajo agrícola, en relación
a otras actividades económicas como la manufactura y los servicios y comparándola
con la productividad agrícola lograda en otros países, comparaciones poco
procedentes por las características de esas otras actividades y por políticas
aplicadas en otros países como lo veremos más adelante.
Al
respecto, hay que destacar que la prevalencia del aspecto de la productividad
para explicar el desempeño de las actividades económicas, que es solo una de
las variables determinantes del mismo, es insuficiente como lo han señalado
diversos organismos incluyendo a la OCDE y que en este caso, se hace referencia
principalmente a la productividad del trabajo, que en el sector agropecuario es
muy heterogénea como lo menciona posteriormente el mismo autor, al comparar la
productividad en las actividades de exportación y en de producción para el
mercado interno, además que como es de conocimiento el análisis debe
complementarse con la productividad por área productiva, fundamental en las
actividades agropecuarias, que está también asociada a la escala de las
unidades de producción: pequeña, mediana y grande, que tienen acceso y utilizan
de manera diferenciada los factores de la producción.
Es
importante también establecer adónde se originan las diferencias de
productividad del trabajo y de las unidades de producción, el mismo autor
adelanta que “en general las diferencias se deben a las inversiones en
infraestructura, tecnología y capital humano”, que hay que recordar que son distintas,
ya que las empresas sobre todo las grandes pueden y las realizan con frecuencia
con su propio capital, mientras que las pequeñas y medianas(en el agro y en las
pymes de otras actividades) tienen dificultades para realizar o las realizan
parcialmente debido a las limitaciones de recursos.
A
su vez, las posibilidades de inversión para mejorar la productividad en el agro
en los aspectos mencionados por el autor, en las unidades productivas micro y
pequeñas, son limitadas, por lo que deben recurrir a las instituciones del
Estado, quienes en otras épocas les han ayudado a mejorar la infraestructura,
la tecnología y la capacidad del recurso humano y que en algunos países, como en
los países desarrollados(Estados Unidos,Europa y Japón), disponen de amplios
programas de ayudas o subsidios financiados por el Estado, como el Farm Bill y
la política agrícola común de los primeros, apoyos que generan grandes
diferencias de productividad, producción y competitividad de la agricultura entre
los países desarrollados y los países en desarrollo.
En
el artículo se menciona dos momentos claves en el desarrollo económico y de la
ampliación de las actividades productivas del país, interesa fundamentalmente
referirse al segundo sobre la Administración Monge Alvarez, en la que según el
autor, “hizo de su gobierno la
plataforma desde donde se diversificaron la producción y las exportaciones” y
que en efecto fue el inicio de la política de promoción de exportaciones no
tradicionales que se profundizó en la Administración siguiente. Agrega el autor, “políticas bien alineadas, como las minidevaluaciones del
colón, inversiones selectivas en infraestructura, programas de capacitación y
transferencia de tecnología, e iniciativas de crédito impulsaron un clima de
inversiones propicio”.
Lo
que no dice, es que en ese gobierno se inició el cambio en la actividad
agrícola con el programa que se denominaba “Volvamos a la Tierra”, que significó
el desestímulo progresivo de las actividades consideradas tradicionales y el
estímulo de actividades no tradicionales para exportación, la desaparición de
los programas nacionales por cultivo y el redireccionamiento de las políticas
antes mencionadas y de los recursos técnico y financieros hacia las nuevas
actividades.
Este
cambio en la actividad agrícola, que fue ampliado en las Administraciones
siguientes de Arias Sánchez, Calderón Fournier y Figueres Olsen, ligado a los
programas de Ajuste estructural firmados con el Fondo Monetario Internacional, creó
la diferenciación estructural entre la Agroexportación y la producción agrícola
para el mercado interno, de la que se menciona poco en el artículo, pero que es
crucial para explicar la situación actual del sector agropecuario.
Vale
recordar que las políticas de esas Administraciones, junto al estímulo a las
actividades no tradicionales de exportación, ejecutaron medidas dirigidas a desmantelar
el esquema de apoyo institucional de transferencia tecnológica y de capacitación
hacia los productores involucrados en las actividades agropecuarias
consideradas tradicionales, que no eran otras que la producción de granos
básicos, las hortalizas, los tubérculos y las frutas para consumo nacional, las
cuales restringieron considerablemente la
labor de las instituciones del sector: CNP, MAG, IDA, el SENARA y el PIMA y que
las han llevado al bajo nivel de funcionamiento que presentan en la actualidad.
Lo
anterior explica, la realidad que observa el autor, “los productores que tan amable y alegremente nos atienden en
las ferias del agricultor tienen baja productividad, seguramente con algunas
notables excepciones, lo que determina su ingreso y los condena a una vida
dura, exigente y, muy probablemente, a la pobreza”. Lo paradógico es, que éstos productores
amables, pero pobres, son los que proveen el 80% de la producción alimentaria
nacional, garantizan cada semana la disponibilidad de alimentos a los consumidores
de las ferias del agricultor y de los mercados locales y son los responsables
directos de la seguridad alimentaria del país, pero han sido abandonados por
las políticas agrícolas y por la institucionalidad del sector, que no dirige
adecuadamente sus programas y acciones hacia este sector, por falta de recursos,
escasez de personal técnico o simplemente por impulsar tecnologías modernas
como el gobierno actual.
De ahí que las soluciones que se proponen a
veces frente a la situación del agro, no son las apropiadas, En ese contexto, el autor señala que “En esto no hay ningún misterio. La alta productividad del campo
pasa por la agricultura de precisión y en ambientes controlados; por la
aplicación de tecnología a semillas, a la fertilidad y la irrigación de los
campos, a nuevas plataformas de infraestructura productiva, tecnologías
digitales aplicadas al mantenimiento y control de las plantaciones, la cosecha,
la logística y la distribución y exportación de los productos”, de manera
similar a la posición del actual Ministro de Agricultura, que promueve la agricultura
de precisión, tecnología de drones, georreferenciación y sistemas de riego
automatizados, para todos los agricultores, (Surcosdigital.com,julio 2025), sin
importar la baja condición económica de los productores, que muchos no tienen
asistencia técnica, que no tienen acceso al crédito, que sus costos de
producción se han elevado y que las importaciones de productos afectan sus
precios y sus ventas.
Pero según lo expuesto en el artículo incorporar esas
tecnologías es relativamente fácil, “implica
alinear las instituciones, los programas, el crédito, la infraestructura, las
políticas económicas y el "contrato social" del sector, implica modernizar y enfocar algunas
instituciones, como el MAG, el Sistema de Banca para el Desarrollo, el INDER, y
el mismo movimiento cooperativo”, o sea se trataría de revertir las políticas
económicas y sectoriales de los últimos 40 años y sus efectos sobre la
producción agroalimentaria para el mercado interno mediante una supuesta
modernización y acción institucional que no parece tener sustento en la realidad
actual.
La producción agrícola está en crisis y no podemos desconocer
esa problemática, algunas actividades se encuentran en sus niveles mínimos de
producción, como se ha revelado recientemente sobre la cebolla, cuya producción nacional ha disminuido
mientras que las importaciones llegan a su punto más alto, Según la información, las toneladas métricas
pasaron de 45.585 en el 20223 a 35.788 en el 2024, con una disminución del
21.5%, considera como una caída significativa.
Pero la cebolla no es el único cultivo cuya producción está
bajando en Costa Rica. Las encuestas
agrícolas desde el año 2020, han señalado que las extensiones de terreno
con sembradíos de arroz, frijoles y maíz en Costa Rica alcanzaron nuevos
mínimos. La cantidad de hectáreas
sembradas de granos básicos en Costa Rica pasó de 154.658 en el año 1990 a
36.226 en el 2023, donde la disminución es del 75%.(Surcosdigital.com,
abril-2025)
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