Este jueves 25
de enero, se presentó la política pública para el sector agropecuario, en las
instalaciones del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura(IICA),
con la participación del Ministro de Agricultura y Ganadería, el Presidente de
la República y representantes de instituciones y organizaciones del Sector
agropecuario.
En la
presentación e introducción se incluyen las características de la actividad
agropecuaria, en el estado de situación del sector, la evolución y
comportamiento del mismo y en la estrategia, los desafíos, ejes y acciones a
ejecutar para los próximos 10 años.(MAG,2023,32 p.)
Menciona en la
presentación, que “el sector agropecuario costarricense atraviesa una situación
crítica, por lo que requiere de un esfuerzo interinstitucional que, bajo la
rectoría del Ministerio de Agricultura y Ganadería; permita rescatar al sector
productivo nacional”, en completa alusión a la realidad.
Agrega “durante
muchos años, el Ministerio y las instituciones del Sector han reducido su
presencia en el campo, por lo que la asistencia técnica, la investigación y el
traslado de conocimiento se han visto reducidos, ocasionando afectaciones
importantes en quienes se beneficiaban de dichos servicios, las personas
productoras”, enorme verdad, el desmantelamiento de la institucionalidad
ocurrido desde la década de los 80 y 90, ha tenido efectos negativos para los
agricultores, que los distintos gobiernos han hecho muy poco por revertirlos.
Establece el
Gobierno, que “con la presente Política, esperamos materializar una serie de
acciones concretas, orientadas a la reactivación de un sector económico, que
más que importante es indispensable para el desarrollo rural, haciendo uso de
herramientas tecnológicas y generando más puestos de trabajo, calificados y no
calificados, (orientadas) a recuperar el atractivo económico de invertir en el
Sector Agropecuario nacional”, que parece ser la gran aspiración de la
propuesta.
Afirma que “estamos
iniciando un cambio radical y asignando más recurso humano para potenciar las
áreas de mayor impacto para las personas productoras. Acompañando las acciones
antes mencionadas, debemos impulsar aquellos cultivos que a su vez podamos
procesar en el país, exportar o vender localmente ya transformados; buscando el
beneficio de las zonas rurales, mediante encadenamientos y agregando valor para
generar riqueza”, perdiendo de vista la tradicional división de la actividad,
en una actividad exportadora y otra para el mercado interno, que disponen de
condiciones y recursos muy desiguales.
La pretensión
del Gobierno, es que “con esta política, se busca que las instituciones que
forman parte del Sector Agropecuario respondan a las necesidades actuales del
sector productivo, y repercutan en un sector más productivo, competitivo y sostenible,
que cada día genere más y mejores retornos tanto económicos como sociales”,
viejos propósitos que igual se quedaron en el discurso en anteriores Gobiernos.
Por su parte,
en una práctica que ha sido común en todos los Gobiernos, se deja a la Secretaría
Ejecutiva de Planificación Sectorial (SEPSA, la elaboración del Plan Sectorial
para operativizar la política, la definición de las acciones concretas, plazos
y los indicadores de seguimiento, labor por lo general sin la participación de
los productores y sus organizaciones.
En la
argumentación sobre la importancia y la situación de la actividad agropecuaria,
se reconoce la gran relevancia económica y social del Sector agropecuario; en
su participación en el Producto Interno Bruto (PIB), en las exportaciones y en
su contribución al empleo, pero muy poco en cuanto a la mejora de las
condiciones socioeconómicas de la población rural y en la producción de
alimentos, que revela una de las grandes carencias de la política, su
compromiso con la reducción de la pobreza rural y con la seguridad alimentaria
y nutricional del país.
“Según datos
del Banco Central de Costa Rica, la participación de la agricultura ampliada en
el PIB fue de un 9,6% en el año 2021, de este porcentaje el 4,5% corresponde al
sector primario y un 5,1% a la agroindustria. Con respecto al valor agregado
agropecuario, el 69% corresponde a actividades agrícolas, un 21% a la actividad
pecuaria y el restante 10% se compone de actividades de apoyo (6%),
silvicultura y extracción de maderas (3%) y, pesca y acuicultura (1%)”, datos
que invisibilizan la evolución descendente de la actividad agrícola en la
economía, el aporte diferenciado de las actividades de exportación con respecto
a la producción alimentaria para el mercado interno y el reducido papel de la
pesca en la actividad en su conjunto.
“En cuanto al
comercio internacional, el sector agropecuario es superavitario; con datos del
año 2021 se registró exportaciones por USD 5.610,9 millones de dólares e
importaciones de USD 3.156,9 millones, lo que significa una balanza comercial
de USD 2.454 millones. El 39,1% del total exportado está vinculado con el
sector agropecuario, e incluye productos agrícolas (21,3%), de la industria
alimentaria (14,0%), el pecuario y pesca (2,7%) y otros de cobertura
agropecuaria (1,1%)”. Los datos del comercio agropecuario, por su parte
destacan el predominio de la agroexportación, el sector más dinámico y el
principal motor de la actividad y el que a la postre resulta ser el prioritario
en la política pública hacia el Sector.
La generación
de empleo del sector agropecuario, continúa siendo el indicador de mayor
significado, pero soslayado cuando se trata de reconocer la importancia que
sigue teniendo la actividad desde el punto de vista social, ya que” ocupa el
segundo lugar a nivel sectorial como generador de empleos con unas 238.227
personas ocupadas, lo que representa un 11,7% de la población total ocupada. De
este grupo de personas, un 87,7% corresponde a población masculina y un 12,3% a
población femenina”.
No obstante, es
inevitable mencionarlo “el Índice Mensual de Actividad Económica del sector
agropecuario (IMAGRO) muestra variaciones interanuales negativas en el año 2020
y una desaceleración a partir del mes de abril del 2021, llegando a valores negativos
desde el mes de febrero del 2022”, es decir la actividad agropecuaria, viene
teniendo un crecimiento negativo desde hace más de dos años.
Lo anterior,
“muestra la urgencia de reactivar el sector primario, pues es innegable que su
desenvolvimiento impacta el desarrollo socioeconómico del país, en especial la
periferia costarricense”, es decir el deterioro de la actividad agropecuaria
impacta sobre todo las regiones periféricas del país, una realidad
incuestionable.
Diversos
elementos de la introducción de la política, muestran algunas de las
características del sector, que lo hace particular, diverso y heterogéneo y que
por ello debiera demandar una política diferenciada y no una generalista.
Entre esos
aspectos está “la coexistencia de micro, pequeño, medianos – donde un
importante número de unidades productivas se enmarcan en lo que se ha
denominado Agricultura Familiar (AF)- así como grandes productores, orientados
hacia los mercados internacionales. Este
Sector presenta importantes asimetrías entre productores agroexportadores y
productores para mercado local. Esto sumado a insumos agrícolas que no
responden a las nuevas tecnologías y con una importante concentración de
mercado”, en consecuencia la heterogeneidad y diversidad de actores con condiciones
y recursos diferenciados es una característica que define el sector.
Otra
característica que también lo define, es la dualidad y diferenciación interna
del sector, donde la política manifiesta que “de los beneficios de este modelo
de apertura comercial, el sistema económico generó una dualidad productiva, por
un lado un sector productivo dinámico y vinculado a cadenas globales de valor,
y por otra parte, una estructura productiva dedicada al mercado interno con
poco encadenamiento y dispersión de las instituciones llamadas a su fomento,
asimismo, los programas de apoyo se han visto reducidos producto de la
contracción del gasto para controlar el déficit fiscal”, otra enorme realidad,
que pone en evidencia dos motores de la actividad agropecuaria, uno dinámico y
estimulado y el otro apagado y desestimulado.
La tercera
característica refiere a la pobreza, que “las zonas rurales enfrentan índices
mayores. Por ejemplo, en el 2021 el Índice de pobreza ascendió al 26,3% en las
zonas rurales, mientras que en las zonas urbanas fue de 21,8%, y la pobreza
extrema se estimó en 5,5% para zonas urbanas y 8,3% para zonas rurales. La desigualdad en los ingresos de la
población total, medida por el Coeficiente Gini en la última década, presenta
valores que oscilan entre 0,524 y 0,515.
Por otro lado,
en el Sector Agropecuario las personas con actividad independiente tienen
valores del coeficiente más altos (fluctúa entre 0,575 y 0,618 para los años
2015 a 2019) que para las personas asalariadas (entre 0,414 a 0,447)1. (Además), en el tema de inclusión, las mujeres
productoras presentan menores oportunidades que los hombres en cuanto a empleo
formal, acceso a activos, asistencia técnica, financiamiento, entre otras
condiciones. Asimismo, tienen un limitado acceso a tierras para la producción,
lo que reduce aún más sus posibilidades de salir de la pobreza.”
El documento de
política presentado, identifica los principales desafíos y retos que enfrenta
la actividad y Sector y propone ejes estratégicos, con sus respectivas líneas y
acciones para los próximos 10 años
Entre los principales
desafíos del sector se plantean:
-Respuesta
institucional eficiente a las necesidades de la persona productora.
-Aumento
de la competitividad y productividad.
-Producción
sostenible y adaptación del cambio climático
-Tecnificación
agroproductiva.
-Estímulo
a una comercialización eficiente.
-Incidir
en el mejoramiento de la calidad de vida en las zonas rurales
En
los desafíos, pese a la validez y reiteración de algunos de ellos en varios
Gobiernos como, la respuesta a las necesidades de los productores, la
producción sostenible y la adaptación del cambio climático y el aumento de la
productividad y competitividad, la retórica, debe estar acompañada de los
mecanismos para hacer efectiva una acción institucional que garantice la forma
en que se enfrentarán dichos desafíos.
Mientras
que los demás desafíos, como la tecnificación productiva, el estímulo a una
comercialización eficiente y el mejoramiento de la calidad de vida en las zonas
rurales, son tibios señalamientos que carecen de profundidad y que debieran
plantearse como verdaderas transformaciones tecnológicas y comerciales de la
actividad y de los medios de vida en las zonas rurales.
Están
ausentes grandes desafíos de la actividad agropecuaria, como la seguridad y la
soberanía alimentaria de la población y el fortalecimiento institucional y
presupuestario del sector agropecuario, esenciales en el futuro de un aparato
institucional débil y deficitario, que no protege la producción alimentaria del
país.
La
política agropecuaria 2023-2032, incluye y está estructurada mediante 4 ejes de
acción, llamados a ser los pilares y el soporte de la acción institucional del
sector agropecuario para los próximos 10 años, sin embargo es conveniente
valorar los posibles alcances a la luz de planteamientos que en el pasado han
tratado de articular una política más integral y consistente.
El
primer eje es la Modernización de las instituciones del sector agropecuario, que
se propone mejorar la gobernanza y reforzar la coordinación institucional, no
obstante este cometido ha estado sujeto tanto a una reforma del sector, que
redefina las competencias de las diferentes instituciones, como la posibilidad
de disponer de mayores recursos financieros y humanos en el sector, no es
posible que el Ministerio de Agricultura disponga menos de 1% del presupuesto
nacional y que algunas instituciones sean deficitarias en su funcionamiento,
como el CNP y que la articulación institucional entre el desarrollo
agropecuario y el desarrollo rural(que realiza el INDER) sea un constante reto
institucional no resuelto.
El
segundo eje, el fomento de la competitividad, dirigida a generar información de
interés para los productores, es una contundente realidad para la empresas
agroexportadoras, pero una quimera para la producción para el mercado interno,
porque las condiciones diferenciadas de ambas, provoca que las primeras
mantenga y eleven su competitividad, mientras que la segunda, dependiente de
una institucionalidad debilitada y de una asistencia intermitente presenta
niveles de competitividad persistentemente bajos. En este ámbito sería fundamental, crear un sistema de información más
eficiente para los agricultores y un fondo de crédito agropecuario para los
pequeños productores.
El
tercer eje, la productividad y sostenibilidad, que busca la implementación de
un modelo de asistencia técnica que maximice los beneficios de los diversos
sistemas productivos, similar al caso de la competitividad es un tema diferenciado,
ya que incorpora constantes avances tecnológicos en la empresa agroexportadora
y presenta serias limitaciones en el desarrollo tecnológico de la producción
interna muy ligado a las posibilidades de asesoría y asistencia de las
instituciones del sector.
Con
el propósito de mejorar la productividad y sostenibilidad de las actividades
agropecuarias para el mercado interno, en el pasado un grupo de expertos en
políticas agrícolas había recomendado establecer centros de innovación y difusión de tecnologías sostenibles
para el pequeño agricultor, redefinir el INTA como una entidad de investigación
en tecnologías sostenibles, promover un programa de formación y difusión de
tecnologías para la adaptación al cambio climático de las actividades
agropecuarias.
El cuarto eje, valor agregado y
comercialización, que pretende promover la agregación de valor para lograr una
oferta diferenciada de productos y generar nuevas oportunidades de acceso a los
mercados, requiere establecer con claridad los mecanismos que implementará para
lograrlo y en ese sentido, igualmente la propuesta de política agrícola
alternativa había recomendado el impulso de un programa de fomento de la
agroindustria, y el valor agregado y de productos de calidad con identidad
territorial en apoyo a microempresas, mejorar el sistema de comercialización de
productos agrícolas, que incluía la reestructuración del PIMA-CENADA, la
modernización de las ferias del agricultor y el fortalecimiento del programa de
abastecimiento Institucional(PAI).(Grupo de Políticas agrícolas,2014)
De acuerdo a lo anterior, la política
agropecuaria 2023-2032, no sólo carece de mecanismos de ejecución concretos y apropiados
a los ejes de acción que propone, si no que no parece ofrecer soluciones adecuadas
a los grandes problemas de la actividad agropecuaria, especialmente la dirigida
al mercado interno.
En definitiva las propuestas de la política son
insuficientes tanto en sus contenidos frente a una realidad agropecuaria y
pesquera, que demanda grandes transformaciones para alcanzar una agricultura y
una pesca, más sostenible, equitativa e incluyente, como en sus pretensiones de
cobertura para un plazo de 10 años.
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